Tu matrimonio debería ser un refugio seguro
Esta semana mi amiga estuvo en el Museo Casa de la Memoria en Medellín. Me envío una foto de un mural con palabras como amor, paz, vida… con los significados que le daban los niños.
“Es un infierno”. Esa fue la definición para la palabra “Hogar” de parte de una niña llamada María José García de 7 años. Me dolió el alma.
Esa respuesta me recordó una historia:
Un día la maestra preguntó en clase: “Niños, ¿qué es el infierno?”. Una alumna alzó la mano y respondió: “El infierno, es cuando mi papá llega a casa enojado y nos grita. Mi hermano y yo nos escondemos debajo de la cama con miedo. Mi mamá se la pasa llorando todos los días y nosotros vivimos atemorizados. Si quiere ir al infierno, mi dirección es Calle 28 Sur 3.
A los dos meses en medio de la clase, la maestra vuelve a hacer una pregunta: “Alumnos, ¿qué es el cielo?” La misma niña alza la mano y responde: “Hace un mes mi papá se arrodilló y con lágrimas en los ojos le pidió a Dios que le cambiara la vida. Esa semana nos reunió en la sala y nos pidió perdón. En mi casa ya no se escuchan gritos. El martes le llevó flores a mamá. Ayer, antes de dormir, nos leyó la historia de Jesús caminando sobre el agua . En mi casa otra vez hay risas y esperanza, si quiere conocer el cielo, vaya a visitarme.”
¿Si creemos que hay un cielo no deberíamos vivirlo primero en casa? Que misión tan importante hacer de esas 4 paredes un lugar de amor, de risas, de abrazos y perdón.
Hoy entiendo que no es suficiente con estar casados por el bien de los hijos. Necesitamos matrimonios de CALIDAD.
Nuestros hijos quieren padres que se abracen, que conversen, que se demuestren afecto, que se elijan una y otra vez.
¿Es tu casa una imagen de lo que es el cielo?